Lo amé, lo lloré, le sonreí, le entregué mi cuerpo, y mi alma con confianza y dulzura, nos entregamos, nos soñamos, nos vivimos y caminamos juntos una vida, para mí larga, para él corta y luego nos perdimos, me perdí yo y dejé de caminar. Lo rompí. Y es algo no me perdono, lo amaba tanto que me dolía más su sufrimiento que el mío, lo amaba pero no estaba más enamorada de él. Nos dolió, me dolió, me enojé y me lo negué, pero la realidad tocó a mi puerta y entró a mi casa aunque no quisiera : ya no éramos más nosotros, ya no éramos un plural. Era mi mejor amigo, mi confidente, la persona en la que más confiaba, pero ya no me nacían los besos y las mariposas se habían ido, la costumbre se sentó en la mitad de nosotros y con el tiempo, el silencio fue ahogando nuestro amor. Aún así el hilo no sea rompía, no sé, tal vez yo pensaba poco en el presente y mi corazón aun vibraba por aquello que había sido, pero que ya no era. La nostalgia de un amor que fue y que ya no va ser, es una